Ayer vi una carta de la muerte, esperandome en la Universidad. Como un día cualquiera busque el carné universitario en mi bolso, y estaba allí aquella, mirandome fijo aventadome su sonrisa, delicada sonrisa.
Si sé que me dices, porque no escribo más, leo más, o canto más. No soy, no soy aquella fuente, ya gastada.
Debo decir la verdad.
La luz se apagó,
vi los ojos
rojos
incandecentes
una torpe figura.
Ya basta!
basta!
basta!
Recobra tus ojos
y mírame, vuelve a cantar.
De tu música loca,
de tu sal de mano
y de mi boca.